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BAJO LAS LILAS ES EL PRIMER LIBRO QUE RECUERDO HABER LEÍDO- DE MUY NIÑA- EDITADO SIN ILUSTRACIONES, o muy escasas- portada y aisladas en capítulos- (quiero significar: primer paso hacia una literatura sin apoyo visual, que es lo que requieren generalmente las publicaciones infantiles) Lo cito porque creo que no sólo lo cercano (en tiempo y espacio) es grato a un lector. Niños y adultos gozamos de viajar con el imaginario, escuchar otras voces, pensar otros lugares y realidades.



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lunes, 30 de mayo de 2011

Fotografía

Tengo pocas fotografías de mi infancia. En una de ellas, se ve una niña, en la contemplación de un punto que probablemente el fotógrafo señaló. Los ojos muestran un reflejo, detrás está la mirada y el gesto interrogante. Hay cierta obstinación, que parece desafío, pero podría ser temor. En los retoques, los labios coloreados no logran subvertir la inocencia.
Si presta atención un lector interesado, alcanza a percibir el tiempo y su escenario, el anclaje a un acontecer que no renuncia.
Recuerdo bastante bien el día. Es el de la Primera Comunión. Ignoro si hoy los niños comprenden de qué se trata, o si las ceremonias, la liturgia, los aprendizajes, perdieron la sagrada violencia con que se imponían. Espero que así sea.
Los bancos de la capilla adonde acudimos para estudiar catecismo huelen a madera antigua, hay olor vegetal y a velas. Las señoras que protegen el recinto, que consienten al cura párroco, se encargan de poner flores en recipientes de cristal, de acicalar el rostro y el manto de la Virgen, de curar la herida sangrante de San Roque, de cuidar a Jesús crucificado y preservar el aura de San Antonio. Blancas carpetas bordadas adornan los altares.
Los chicos memorizamos la doctrina, infinitas preguntas con una única respuesta exacta; los diez mandamientos —de los que especialmente no entendemos lo de “no fornicar” o “desear a la mujer de tu prójimo”—, "matar", ni se nos ocurre (sólo está en las películas de cowboy o caballeros), "los bienes ajenos" seguramente son las golosinas, un juguete, ni siquiera una ropa bonita, (supongo que en mi caso es alguna zapatilla humilde, porque siempre me han gustado las Pampero, que no me compran; los zapatitos con presilla y suela de goma duran más y representan mejor).
A veces hacemos ensayos de confesiones, para prepararnos. Llegará el día en que habrá que tragar sin masticar el cuerpo de Cristo, y ahí estaremos sin mácula (espero que mis ancestros estén libres de pecado, porque ya demasiado precio es el pecado original).
Cuando al final rezo el “yo pecador”, trato de hablar bajito para que el oído que está detrás de la ventana con agujeritos no se dé cuenta si olvido alguno de los bienaventurados, sobre todo a San Miguel Arcángel, con lo bonito que se oye. También me esmero en golpearme con ritmo cerca del corazón, “por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”, y cuando la voz me manda a la penitencia, trato de apurar los padrenuestros y avemarías, para que los que me rodean no piensen que soy una gran pecadora (a faltas graves, largas penitencias)
La noche anterior al examen, me la paso pensando en qué cosas hice mal:
Dije malas palabras, mentí, tuve malos pensamientos… (Según preparación de las viejas maestras catequistas). Qué pena haber robado algún caramelo, del frasco celosamente guardado; podría haber caído más simpática a los ojos de Jesús.
Con lo de los malos pensamientos se complica, porque desde atrás de la ventanita con una cortina roja, la voz del Padre (sé en lo más profundo que es la del Padre, pero como está ahí encerrado, con una vestimenta especial, en ese oscuro lugar, empiezo a creer que el ángel ornamentado bajó, o Cristo mismo, para obligarme a decir la verdad; a inventarla en todo caso, si no la recordara bien). Igualmente todos intuimos, sin que intercambiemos opiniones, que se trata de sexualidad, sin llamarla de ese modo, claro, así que yo me pongo a pensar en cosas que mis primas mayores me contaron de manera divertida, inexacta, desordenada, o en los consejos de mi madre o de mi abuela. También asocio conversaciones a medias, críticas a mujeres sobre todo, y en la mezcolanza final, predomina el miedo a lo imperfecto, a lo oscuro.
Por suerte yo tengo una cierta inteligencia, que hoy se llamaría emocional, con la que manipulo el dogma, descarto maldades y me quedo con fragmentos, como “amarás a tu prójimo” o “santificarás las fiestas” (aunque lo de santificarás entra en los supuestos básicos de comprensión lectora; por lo que sé, las fiestas son sólo bienhechoras, sobre todo los cumpleaños) “honrarás padre y madre”, suena airoso, así que debe ser posible…
Lo más importante a la hora del día prefijado —Ocho de Diciembre,( fiesta de la Inmaculada Concepción)— es estar en ayunas, tener un vestido muy bonito, saberse las oraciones y cánticos, no cometer pecados la noche previa; ya que la confesión se realiza el día anterior, y por la mañana no queda tiempo, con todos los preparativos.
Básico recordar los Himnos y respuestas (algunas en latín) en la ceremonia. Claro que después de tanta memorización es casi seguro que esa parte saldrá bien.
Llevamos finalmente el vestido que la modista terminó con eficacia. Como adornos: el misal, el rosario, los guantes y una bolsita para las estampitas que repartiremos. Mi peinado se basa en una permanente destinada a desmentir el insurrecto lacio natural. Las madres, tías y abuelas lucen mantillas, mangas largas y sus mejores atavíos. Los chicos trajecitos de hombres— pero con pantalón a media pierna—, si es posible blanco, y un moño ornamentado en el brazo.
Los padres, tíos y abuelos también se han puesto sus trajes (de pantalón largo, obvio) y corbatas que les aprietan el cuello bien planchado.
La atmósfera del recinto es pesada, todo huele a gladiolos y fresias, a encierro, a gente inquieta y expectante.
Para recibir la hostia hay que arrodillarse en un reclinatorio central de mármol, que separa el altar del público presente. En el centro hay una entrada, sin lugar para apoyarse, nos han dicho que debemos avanzar, desde las primeras filas, con las manos unidas en señal de devoción. Mi rezo es para que no me toque el sitio sin apoyo, porque me tiemblan las rodillas… pero malhadada suerte… ¡me toca!
Por fin me llega el sublime momento, y regreso a mi sitio, he representado un papel más o menos digno, así que mantengo los ojos bajos —aunque tengo ganas de espiar—y trato de no tragar el sagrado alimento, que compruebo parece de papel y se queda pegoteado en la lengua.

La casa de fotografías, quedaba en el Centro de la ciudad, (sería Platini o Lux., que eran artísticas y de renombre) así que fuimos en taxi, porque no teníamos automóvil. Yo con mi vestido de plumetí, amplio y con volados y una cinta de terciopelo en el pecho. Además la coronita y la mantilla. Me sentía feliz, por el protagonismo y por lo que vendría después; agasajo familiar, torta.
Mi padre realizó la transacción comercial por un retrato enmarcado y postales, destinadas a los tíos.
El vestido se veía un poco desmañado. Incluso una parte del cuellito se negó a permanecer en su sitio, pero el fotógrafo tenía muchos clientes ese día como para advertir los indicios rebeldes. Se esmeró en la ubicación: el fondo, la banqueta, los arreglos adecuados de la amplia falda, los accesorios en posición adecuada.
Al fin, todo quedó dispuesto.

Entonces, se ocultó tras la cámara, un destello surgió de la oscuridad y sobrevino el suceso: epifanía diacrónica que apresó desde lo fugaz, el tiempo, la niña, los signos y todos los espejos que los observadores se permitan recrear.
La fotografía prosigue en algún lugar. Perseverante.
Isa Bertero

9 comentarios:

  1. Hola Isabelllllll!
    Me gustó mucho porque me hizo acordar a mi Primera Comunión.
    Tu foto es muy parecida a la de mi mamá, esa que mi abuela conservó cincuenta y pico de años en la misma pared, sobre la mismísima cama que usó mi mamá de soltera, y colgada del mismísimo clavo...muy conservadora mi abu! ...soy igual. Me gusta que se mantengan ciertas costumbres. Es cultura, me gusta que se transmitan y conserven los rasgos de nuestro lugar, de nuestra sociedad a través del tiempo. Aunque a veces creamos tontas algunas de esas costumbres. Me encanta y recuerdo con cariño mi comunión y me emociona ver cuando veo niños tomar su Comunión (me imagino cuando dentro de 2 años les toque a mis dos nenes más grandes!!!)
    Bueno, despues profundizo sobre cronopio, que yo lo tomaba como dibujo fuera de contexto o algo así...mmm ...Creo que votaré por: a veces uno y a veces otro. Qué feo! Bueno, por hoy. Despues que lea lo de Cortázar, te digo. jajaja!
    Besoteeeeeeeee

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  2. Hola Isa muy buenas tus publicaciones, la verdad es que siempre has escrito MB me encantó la foto de tu comunión y eso de la pocas fotos es tan cierto es que en nuestras épocas, las fotos ocupaban un lugar secundario, también yo tengo pocas de mi infancia, adolescencia, recién ahora he comenzado ha sacar fotos.- En cuanto a Cortazar me agrada mucho lo que escribe.- Te Quiero mucho te mando un BESOTE, Y ASEGUIR DELEITÁNDOME CON TUS ESCRITOS.-

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  3. MARIELA:
    Lo de a veces cronopio y a veces fama, me parece bien, para equilibrar ja,ja...Sí. Releé a Cortázar que vale la pena. Beso. TE QUIERO

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  4. Su: ¡Qué bueno reencontrarte, aunque sea en el blog!Cariños. Besos.

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  5. Hola Isabelita querida ! Cómo estas? me apasiona leer tus anécdotas de tu niñez...Que lindo recordar momentos de la infancia.será q' a mi me hace sentir viva todos los recuerdos de mi niñez y soy de ver fotos de mis padres cuando eran pequeños ,siento mucho orgullo y ternura .lo mismo cuando veo fotos de mis hermanos y mis hijos.
    Te quiero mucho y seguí deleitándonos con tus escritos.besossss.... Ceci.

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  6. Gracias Ceci.Me alegra convocarte de algún modo. Besoss

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  7. Gracias por este maravilloso artículo. ¿Dónde más puedo
    obtener información co este tipo de enfoque ? Tengo una presentación la próxima semana,
    y estoy en la búsqueda de dicha información.

    https://www.youtube.com/watch?v=RCNXpSF-M3k

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  8. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  9. El más referencial, pero tal vez te tome tiempo decodificarlo es Roland Barthes en su obra La cámara lúcida.
    Yo adoro a Barthes a pesar de las críticas que le hace este otro escritor que te menciono subsiguiente.
    Una hoy casi olvidada Historia de la fotografía en 10 imágenes de Raúl Beceyro, que circuló en los años 80, fue quizá el primer intento en Argentina o, por lo menos, de un autor argentino, de pensar a la fotografía de una manera distinta. Hasta entonces, el discurso de la crítica se detenía en la estética pero muy poco se decía de los contenidos.
    Buscá este autor en internet.


    Y ESTO DE WIKIPEDIA

    Sobre la fotografía es un ensayo de Susan Sontag publicado en 1975. La primera edición en español es editada por Edhasa, en el año 2005 Alfaguara lanza una nueva edición.
    En Sobre la fotografía, Susan Sontag plantea una serie de reflexiones en torno a tal actividad. Son seis ensayos que se alejan de ciertos formalismos, para ejemplificar de manera clara y contundente la carga social e ideológica que trae consigo la fotografía.
    Es un recorrido que explora los agentes (Arbus, Cartier- Bresson, Evans, Avedon, Warhol, etc.), los contextos (guerras, graduaciones, calles, burdeles, fabricas, campo, paisajes, etc.), las intenciones (exponer la monstruosidad, capturar la cotidianidad, detener el tiempo, representar limitaciones personales, etc.) y los resultados (nostalgia, recopilaciones, choques, etc.) que trae consigo dicha actividad. Sontag no recrea verdades absolutas, intenta reconstruir contextos a partir de varios puntos que le permiten al lector sacar sus propias conclusiones sobre el significado de la fotografía.

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