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BAJO LAS LILAS ES EL PRIMER LIBRO QUE RECUERDO HABER LEÍDO- DE MUY NIÑA- EDITADO SIN ILUSTRACIONES, o muy escasas- portada y aisladas en capítulos- (quiero significar: primer paso hacia una literatura sin apoyo visual, que es lo que requieren generalmente las publicaciones infantiles) Lo cito porque creo que no sólo lo cercano (en tiempo y espacio) es grato a un lector. Niños y adultos gozamos de viajar con el imaginario, escuchar otras voces, pensar otros lugares y realidades.



Lo que aparezca en mi blog, sin referencia externa, puede ser utilizado citando la fuente.

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Muchas gracias a los que envían comentarios a mi correo!

domingo, 24 de julio de 2011

País de infancia

Edith cree que Peter Pan y Campanita llegarán una noche cualquiera desde el País del Nunca Jamás. Entrarán por la ventana (¿Cómo van a arreglárselas si está siempre cerrada? Ellos podrán porque son mágicos.)
(Como se trata de un territorio donde los niños no crecen, siempre hay juegos y esperanzas, nadie va a morir, nadie estará enfermo, ni triste, ni tendrá culpas o miedos.)
En el país del Nunca Jamás los malvados pierden las batallas y los buenos siempre existen para sostener leyendas.
Edith jamás vio una isla, ni un océano, ni siquiera un mar de trigo. Pero conoce de libros, tesoros escondidos y damas con vestidos de raso que habitan en castillos. A veces los violentos tratan de trepar por los muros de piedra de las fortalezas, y antes de llegar a los altos ventanales, las flechas se clavan en las mallas de las armaduras y caen a fosos profundos, donde ya no se sabe qué pasa.
Edith entiende que en algún lugar del mundo todavía está unido el corazón del soldadito de plomo con el de la bailarina y que el amor que se profesan es para siempre. Tal vez estén en una caja preciosa, o en arca de nácar navegando en el país del Nunca Jamás.
Allí no hace frío, por eso la golondrina y el Príncipe Feliz, están juntos, enamorados, y con sólo pensarlo, hacen regalos cada noche, a los necesitados de pan, de trabajo, de afecto.
En Nunca Jamás, Alicia no despierta de su sueño, permanece y encuentra su identidad, lo absurdo no es absurdo, a su alrededor sólo hay claridad y comunicarse es posible.
En los jardines danzan damas y caballeros y no existe la palabra mendigo. Los que no son nobles son pueblo sin infortunios.
Hansel y Gretel, viven en una casa llena de golosinas y amor; la madrastra está en el purgatorio, que es como un confesionario ornamentado que resiste a la fuerza de gravedad, suspendido en una atmósfera sin destino. Como no tiene a quien confesarle sus pecados para ser perdonada, allí se quedará. Sin embargo, Edith piensa que un día la perversa se transformará en un ser bondadoso y podrá reconciliarse con todos.
Es hora de dormir. Las frazadas del invierno son cálidas, las sábanas frescas y la almohada blanda.


Edith cierra los ojos. Una gaviota pronto la llevará volando, para que empiecen los sueños ¿Verdaderos?








Isabel Bertero




martes, 12 de julio de 2011

AIRE ENOJADO

PARA CONTAR A LOS MÁS PEQUEÑOS...PARA REPETIR

El aire estaba enojado.
Se transformó en brisa.
-Es linda la brisa -dijeron los niños.
-Es linda la brisa- dijeron las señoras sentadas en la vereda.
-Es linda la brisa- dijeron los barriletes.
-Es linda la brisa- dijeron los árboles y  las plantas del jardín.
-Es linda la brisa- dijeron las ropas colgadas.

La brisa sopló sobre los niños, sobre las señoras sentadas en la vereda, sobre los barriletes, los árboles, las plantas del jardín y las ropas colgadas.
El aire se dio cuenta de que no fastidiaba y se transformó en viento suave.
Los niños se despeinaron, las señoras no le hicieron caso, los barriletes volaron más alto, los árboles y  las plantas del jardín se pusieron a mirar para el mismo lado.

El viento suave inquietó apenas a los niños, a las señoras sentadas en la vereda, a los barriletes, a los árboles, a las plantas del jardín y a las ropas colgadas.

Entonces el aire, al ver que a nadie enfurecía,  empezó a perder la paciencia y se transformó en viento fuerte.
El viento fuerte asustó a los niños, las señoras se metieron en sus casas, los barriletes se guardaron en los garajes y se pusieron a soñar con viajes futuros; las plantas del jardín y los árboles se acurrucaron buscando sus raíces para esconderse, las ropas colgadas perdieron algunos broches y se fueron a las tablas de planchar.
 El aire se sintió un poco satisfecho, pero no del todo y buscó a la lluvia.
Pero ya nadie le hizo caso.
-La lluvia es buena- dijeron los niños- y las señoras y los barriletes que soñaban, y la ropas que olían a limpio, y las plantas y árboles que se tomaban toda el agua.
El aire empezó a espiar por las ventanas.
Después se fue a dormir para perder el enojo.

viernes, 8 de julio de 2011

INDEPENDENCIA




Lucas, su patriotismo
De mi pasaporte me gustan las páginas de las renovaciones y los sellos de visados redondos / triangulares / verdes / cuadrados / negros / ovalados / rojos; de mi imagen de Buenos Aires el transbordador sobre el Riachuelo, la plaza Irlanda, los jardines de Agronomía, algunos cafés que acaso ya no están, una cama en un departamento de Maipú casi esquina Córdoba, el olor y el silencio del puerto a medianoche en verano, los árboles de la plaza Lavalle.
Del país me queda un olor de acequias mendocinas, los álamos de Uspallata, el violeta profundo del cerro de Velasco en La Rioja, las estrellas chaqueñas en Pampa de Guanacos yendo de Salta a Misiones en un tren del año cuarenta y dos, un caballo que monte en Saladillo, el sabor del Cinzano con ginebra Gordon en el Boston de Florida, el olor ligeramente alérgico de las plateas del Colón, el superpullman del Luna Park con Carlos Beulchi y Mario Díaz, algunas lecherías de la madrugada, la fealdad de la Plaza Once, la lectura de Sur en los años dulcemente ingenuos, las ediciones a cincuenta centavos de Claridad, con Roberto Arlt y Castelnuovo, y también algunos patios, claro, y sombras que me callo, y muertos.  
 Julio Cortázar  Un tal Lucas (1979)
Lucas, su patrioterismo

No es por el lado de las efemérides, no se vaya a creer, ni Fangio o Monzón o esas cosas. De chico, claro, Firpo podía mucho más que San Martín, y Justo Suárez que Sarmiento, pero después la vida le fue bajando la cresta a la historia militar y deportiva, vino un tiempo de desacralización y autocrítica, sólo aquí y allá quedaron pedacitos de escarapela y Febo asoma.
Le da risa cada vez que pesca algunos, que se pesca a sí mismo engallado y argentino basta la muerte, porque su argentinidad es por suerte otra cosa pero dentro de esa cosa sobrenadan a veces cachitos de laureles (sean eternos los) y entonces Lucas en pleno King's Road o malecón habaneto, oye su voz entre voces de amigos diciendo cosas como que nadie sabe lo que es carne si no conoce el asado de tira criollo, ni dulce que valga el de leche ni cóctel comparable al Demaría que sirven en La Fragata (¿todavía, lector?) o en el Saint James (¿todavía, Susana?).
Como es natural, sus amigos reaccionan venezolana o guatemaltecamente indignados, y en los minutos que siguen hay un superpatrioterismo gastronómico o botánico o agropecuario o ciclista que te la debo. En esos casos Lucas procede como perro chico y deja que los grandes se hagan bolsa entre ellos, mientras el se sanciona mentalmente pero no tanto, a la final decime de dónde salen las mejores carteras de cocodrilo y los zapatos de piel de serpiente. 
 Julio Cortázar  Un tal Lucas (1979)

martes, 5 de julio de 2011

Sincronía



Raíces,
de Frida Kahlo



Hay un viento azul
Enlaza la mano cansada
Deshoja el silencio
Pequeña poesía
El beso
La calma
Lo bello
Los padres pasados
Los niños queridos
La piel despegada
Repite timbales
De instantes hundidos
El aire respira
Un río
Vereda vestida de pasos
Butaca de cine
Café y cigarrillo
Cabellos bañados
Panfleto político
Lo viejo lejano
Lo cierto sencillo
Se muere de risa
Vajilla cuarteada
   
 Isabel Bertero