'cookieChoices = {};' bajolaslilas: Los duendes 'cookieChoices = {};'

BAJO LAS LILAS ES EL PRIMER LIBRO QUE RECUERDO HABER LEÍDO- DE MUY NIÑA- EDITADO SIN ILUSTRACIONES, o muy escasas- portada y aisladas en capítulos- (quiero significar: primer paso hacia una literatura sin apoyo visual, que es lo que requieren generalmente las publicaciones infantiles) Lo cito porque creo que no sólo lo cercano (en tiempo y espacio) es grato a un lector. Niños y adultos gozamos de viajar con el imaginario, escuchar otras voces, pensar otros lugares y realidades.



Lo que aparezca en mi blog, sin referencia externa, puede ser utilizado citando la fuente.

Contacto:isamirna@yahoo.com.ar


Muchas gracias a los que envían comentarios a mi correo!

lunes, 28 de mayo de 2012

Los duendes

Yo no le tengo miedo a los duendes. Los que conozco son bonitos, conversadores y alegres.
En mi casa habitan unos cuantos. Eso sí, creo que no les gusta que los vea mucha gente a la vez. De hecho yo siempre me los encuentro si nadie me mira, aunque mami, cuando me escucha cantar, hablar mucho - como para mí mismo-, o cuando localiza desorden me dice:
—¿Ya andan los duendes?
Están Robin, Pinina, Solei, Mata, Musi.
Hace unos días me invitaron a vivir una aventura. Así que se aparecieron todos juntos, mientras yo estaba en el patio de atrás, cortando perejil de la pequeña huerta que hice para mamá.
Robin me sopló la oreja. Creí que era una pequeña brisa.
Pinina me desató el cordón de la zapatilla. Me pareció raro ver el cordón suelto porque me había esmerado mucho en el moño.
Solei me acarició la cara, y yo creí que era el calorcito de la mañana.
Mata, que es más dañino, me dio un tirón y me hizo caer el ramo de perejil. Ahí no tuve dudas…más cuando Musi se puso a entonar una cancioncita:
“Me han traído una caracola.
Dentro le canta
un mar de mapa.
Mi corazón
se llena de agua
con pececillos
de sombra y plata.
Me han traído una caracola.” (1)
—Son ustedes, son ustedes… ¡pícaros duendes!
—Venimos a invitarte a una aventura- dijeron a coro.
—¡Qué lindo! Me puse a juntar perejil porque estaba aburrido. Pero… ¿qué clase de aventura?
Musi que ama los versos recitó:
No se cuenta, no se cuenta, 
  te vas a enterar
  Pero una caracola 
  debes hallar
—Ya sé, ya sé, en mi habitación tengo una grande y preciosa que me traje de la casa de mi tía, cuando fui de vacaciones el verano anterior, a su casita junto al mar que tiene una hermosa playa.
Y ahí me fui corriendo a buscarla. Mientras tanto Mata, se ocupó de acomodar, en la cocina de mamá el perejil que primero había desparramado.
Cuando regresé con la caracola, que como todos sabemos es la cobertura de diversos caracoles acuáticos, mis duendecillos se alegraron porque es grande y linda.
—Ahora—dijo Pinina— puede comenzar la aventura.
—Tenemos que escuchar su música, uno por uno-—agregó Musi.
Y así lo hicimos. Nos la fuimos pasando. Instantáneamente cada cual empezó a sentir una extraña sensación y empezamos a viajar.
La caracola aumentó su tamaño. La música interior se transformó en un mar azul profundo, y partimos en una barca con una vela soplada por el viento.
Viajamos y viajamos sin sentir cansancio, ni hambre, ni sed, ni calor, ni frío, ni tiempo. Nadie hablaba, todos seguíamos un sonido interior lleno de la magia de los cuentos: barcos piratas, marinos de piel curtida, hermosas princesas y caballeros, grumetes, banderas desplegadas, tormentas, sirenas de dulce voz, gigantescas ballenas trasladando muñecos de madera en sus brillantes panzas, delfines juguetones, islas perdidas con Robinson y su fiel Viernes habitando el espacio, Gulliver con los gigantes y con los enanos en países surcados de letras.
Finalmente nos detuvimos en un lugar.
Recobrada la voz pregunté:
—¿Adónde estamos?
—En Mayab— contestó Robin.
—¿Y qué es Mayab?—interrogué mientras contemplaba un mar y un sol de extraordinaria belleza.
—Este es un territorio llamado así por los antiguos mayas, antes de la llegada de los españoles. Vinimos aquí para que conozcás a un duendecillo, un aluxe que habita estos parajes hace miles de años.
Mis amigos duendes encendieron un pequeño fueguito para llamarlo, en tanto me explicaron que él sale a la luz de la luna. Es rápido, delgado y travieso, aunque parezca muy viejito— describieron— Le gusta estar en el agua, intranquilizar a la gente haciendo travesuras, se ríe mucho y arma fiestas cuando nadie las espera.
Es amigo de quienes le dan bondad y cariño. A sus amigos los protege para que tengan un futuro feliz. Ayuda sobre todo a los campesinos, a los jardineros, a los cultivadores, para que las fuerzas de la naturaleza no destruyan su trabajo, para que las plagas no se coman lo sembrado.
Pero si descubren algún enemigo harán todo lo contrario.
—¿Y cómo se llama?
—Se llama Ninancil- dijo Mata.
— ¿Se puede saber adónde estamos?
—Estamos—continuó mi duendecito—en un lugar llamado península de Yucatán, en
México. Y me mostró el lugar en un mapa que encontró en la caracola. Éste es el mar Caribe— agregó.
En ese instante apareció Ninancil. Pequeñito y arrugado. Primero saludó a sus amigos y después me miró y me dijo:
—¿Quién sos? ¿Me has traído miel?
Cuando ya me estaba poniendo nervioso, por no tener tal ofrenda, una abejita mágica depositó en mi bolsillo un dulce panal del que manaba el precioso alimento. Y se lo ofrecí.
Mis compañeros duendes le dijeron mi nombre—Nacho—y se nota que le caí simpático.
—Tenés una preciosa sonrisa, y ya me doy cuenta…sos un chico trabajador y soñador. Terminaste en la escuela un hermoso cuaderno y además ayudás a tu mamá cultivando hortalizas en el patio de atrás. Yo voy a ayudarte y protegerte, para que tu futuro sea feliz.
Todos nos pusimos contentos y enseguida armamos una celebración de amistad. Bailamos, cantamos, comimos riquísimos alimentos que surgían de la nada, todos muy dulces o salados como el mar, con costritas con que las brasas los adornaron al cocinarlos. Bebimos aguamiel y no nos cansamos para nada.
Cuando la luz del amanecer amagó asomar en el horizonte, Ninancil tuvo que partir.
Nos abrazamos con amor y nos prometimos encuentros.
Yo sabía que habíamos quedado amigos para siempre.
Al emprender el regreso llevábamos felicidad. A toda esa felicidad la dejo encerrada en mi caracola, para cuando haga falta, entonces me la pondré en la oreja para rememorar el mar de mapa, para transmitir alegría.
Por eso…¿Quién dice que no cree en los duendes?
1 (Federico García Lorca)
Isabel Bertero
Duendes

Duendes from isabel bertero

Dedicado a Ignacio (Nacho)

3 comentarios:

  1. Gracias Isa!!! Hermoso... Se reía porque él es de hablar solo jaja!!! Me emociona tu afecto hacia mi Nachito!!! Te queremos mucho...Besos

    ResponderEliminar
  2. Espero no te pida que lo llevés a la península de Yucatán. Beso!

    ResponderEliminar
  3. Qué hermoso!! Yo si creo!! Mami seguro viven en tus plantas!

    ResponderEliminar