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BAJO LAS LILAS ES EL PRIMER LIBRO QUE RECUERDO HABER LEÍDO- DE MUY NIÑA- EDITADO SIN ILUSTRACIONES, o muy escasas- portada y aisladas en capítulos- (quiero significar: primer paso hacia una literatura sin apoyo visual, que es lo que requieren generalmente las publicaciones infantiles) Lo cito porque creo que no sólo lo cercano (en tiempo y espacio) es grato a un lector. Niños y adultos gozamos de viajar con el imaginario, escuchar otras voces, pensar otros lugares y realidades.



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domingo, 4 de septiembre de 2011

Los colores pueden ser de cualquier color

Los chicos y chicas del barrio nos reuníamos en un lugar al que todo el mundo llamaba “la cava”, seguramente habrían sacado tierra de allí para alguna construcción o habrá sido siempre un espacio hundido. No sé. Pero crecían pastitos  que permanecían cortos y verdes como paño. Quizás de tanto que los pisábamos les dábamos lustre.
En  algún lugar habían hecho arcos para jugar al fútbol y los rincones con matas servían de escondrijos
Todavía me acuerdo  que había una especie de escalera hecha de troncos, tablones y unos tornillos enormes para bajar. Troncos sin corteza que eran suaves, como lijados.
Todos usábamos la escalera, no sólo los chicos. Los grandes también, porque la cava era como una plaza y cruzándola se podía ahorrar camino hacia otros lados. Los árboles servían de casas inventadas, de escondrijos ideales para armar las historias con que nos entreteníamos.
Aunque los chicos de hoy no puedan creerlo, por ese entonces no había televisión y al Cine íbamos algunas veces, porque teníamos que conseguir un adulto dispuesto a acompañarnos y el dinero para las entradas.
Generalmente los mayores eran mi abuela Rosa o la madre de Beatriz.
Aunque nos trasladábamos a cines “del centro” cuando estrenaban películas de esas que no podían perderse, a menudo íbamos a uno más cercano, el Cine Rex. Era muy familiar. Tanto que cuando nos llevaba la madre de Beatriz, comíamos una torta con azúcar riquísima que ella había preparado y guardaba ya cortada en un bolsito de cuero. Repartía los trozos mientras vivíamos las aventuras que se proyectaban en  la pantalla.
Las historias eran de reyes y princesas, de hadas y duendes, de amor, de aventura, de piratas, de dibujos animados, de familias felices, de niños tristes con vidas desgraciadas que habían pasado de todo antes de encontrar un lugar en el mundo.
Por ese entonces se veían muchas películas norteamericanas. Así que por ejemplo, decíamos…vamos a ver una de indios y vaqueros. Nadie había escuchado hablar de pueblos originarios. Y siempre los blancos eran más buenos que los aborígenes. Igual se notaba que eran los blancos los que les habían sacado la tierra a los otros, que seguro vivieron felices hasta que a los europeos se les ocurrió venirse para este continente…en fin, eso sería otro tema muy largo de contar, pero lo cierto es que el cine, la radio, los cuentos de las madres en el hogar, las charlas de vecinos, los libros de cuentos y poesías, eran la fuente del saber y de la imaginación.
Por eso en la cava jugábamos a ser personajes que no éramos. Ni teníamos que disfrazarnos. Todo estaba en las cabezas y en las palabras, en las ideas, en la ilusión.
Ojalá ese mundo paralelo estuviera guardado en algún cofre. Ojalá pudiera abrirlo y dejar salir a todos los amigos y amigas de entonces, escuchar de nuevo sus voces y sus risas, armar novelas, casitas, personajes.
Mi amiga Ana María estaba en un sillón de ruedas, porque había tenido cuando era muy chiquita parálisis infantil, en la época en que las vacunas no estaban muy difundidas, pero nosotros la llevábamos en su sillón y allí era como una reina porque la silla de ruedas daba para el rol, la  hacíamos deslizar por el pasto suave y jamás quedaba separada de ningún juego, ni siquiera del fútbol. Era tan alegre, reía tanto y chillaba tan fuerte que sin ella la cava habría quedado como vacía.
Lo más lindo eran los días después de las lluvias, porque en algunas partes quedaban laguitos, que eran los ríos y hasta el mar de las historias
Que volviéramos todos embarrados y algunos ligaran retos importantes ya es otra cuestión.
En esa época, después de la lluvia, siempre se podía ver en el techo gigante del cielo que protegía nuestro espacio, el arco iris formado por los colores rojo, anaranjando, amarillo, verde, azul, añil y violeta. (Los nombres de los colores que forman el arco iris los aprendí después, para ese entonces eran sólo un milagro).
Lucila y Zunilda, eran las más unidas, siempre trataban de inventar situaciones en las que pudieran hacer de papá y mamá de una familia que sentaban alrededor de una mesa inexistente. A todos nos gustaba hacer de hijos de esas dos, porque nos sentíamos parte del amor profundo que se tenían. Además no eran padres tradicionales, de esos que te sentaban a hacer la tarea o a decirte, “tomá toda la sopa, porque si no, no saldrás a jugar”. Eran padres cariñosos que te decían: "cuando sean grandes nos vamos a ir de viaje por el mundo. Los vamos a llevar a México, a Guatemala, a la Patagonia, a Chile, a Panamá, al Ecuador, a Brasil, al Paraguay, al país de los gigantes, o de los enanos, a la selva misionera, al Perú, a Venezuela…"como poco sabíamos de países nos imaginábamos viajes exóticos y elegíamos medios de transporte y vestimentas. Ellas tampoco sabían mucho, si le preguntábamos si en esas tierras hacía frío o calor para elegir con qué cargar la valija, nos salían con cualquier “domingo siete” y se inventaban algo para salir del paso.
A ellas se les había ocurrido que se casarían en una casa magnífica que estaba detrás de las colinas del arco iris.
Por eso, cuando aparecían los colores después de una lluvia, por ese magnífico efecto de la luz, eran las primeras en estar ahí, en nuestro lugar de encuentro y a poco nos sumábamos todos. Esperábamos ver un castillo gigantesco, con portales y campanas y también esperábamos que una escalera se abriera misteriosamente para poder subir.
Allí nos esperarían los jueces que harían de directores de la ceremonia, y todas las flores y todos los trajes y vestidos.
Lucila nos decía que teníamos que tener paciencia…Mientras esperábamos una vez les hicimos los anillos nupciales, juntando tallos de flor de sapo, que crecían alrededor de todos los zanjones. ¡Les quedaron preciosos! Claro que no les duraron mucho tiempo, por lo cual, Pedrito, que era superhabilidoso, trenzó alambres que fue juntando de los que vienen en los tapones de sidra y un día apareció con el regalo.
¡Esos sí duraron! Aunque el tiempo los ennegreció un poquito.
Lo que voy a contarles ahora, algunos lo creerán y otros no, pero yo podría asegurar que sucedió tal y como lo digo.
Hubo una semana en que llovió mucho, mucho, así que todos aburridísimos esperábamos que parara espiando por las ventanas golpeadas por  inmensos goterones. En las veredas se hacían charcos y muy pocos se atrevían a andar por ahí, debajo de inmensos paraguas negros, con impermeables  y altas botas de goma.
Eso sólo los que tenían que trabajar o hacer mandados, porque ni el carro del verdulero, se atrevía. Qué nos creíamos- dijo después- no iba a arriesgarse a que su hermosa yegua se quedara empantanada o se enfermara de pulmonía-.
Pero un día después de tantos, poco a poco, las gotas se fueron haciendo más y más chiquitas y qué apareció allá en el cielo, luchando por escapar del gris… ¡el arco iris!
Como uno, partimos hacia la cava, entre los rezongos de las madres, padres, abuelos, abuelas, tías, tíos, que pensaban que volveríamos hechos un asco y que mejor era quedarse comiendo tortas fritas y tomando leche en los tranquilos hogares…pero no, allá fuimos.
Así sucedió que cuando nos quisimos dar cuenta, del arco iris que se veía más esplendoroso que nunca, ahí en nuestro lugar de juegos y de encuentros, vimos bajar una escalera de nubes como de encaje.
Nadie dudó en subir.
Delante de todo iba Ana María en su coche de ruedas empujado por Julia. Detrás todos los demás, caminando como en una alfombra suave, liviana.
Íbamos de a dos en dos, de a tres en tres, con la mirada allá arriba, hasta que llegamos.
Una puerta se abrió y ¿saben qué? Detrás de ella había una enorme habitación, preparada como para una fiesta, pero delante de todo estaba el escritorio de los jueces: tres mujeres y un varón. Muy amables y sonrientes.
-          Es el día de la boda de Lucila y Zunilda- nos dijo una de las señoras. Pero antes de la ceremonia, deben vestirse como corresponde. Allí tienen vestimenta para elegir.
Las primeras en empezar a revolver perchas y cajones fueron las protagonistas de la maravilla. Lucila eligió un vestido lila, lleno de flores y un sombrerito a juego que le quedaba precioso. Zunilda, prefirió una falda amplia estampada y una blusa con volados. Se adornó la cabeza con un moño azul.
Los demás también nos acicalamos. Lo que más nos gustó a las mujeres, fue la cantidad de zapatos que había para elegir, de todos los colores y con tacos altos, bajos, medianos…Y los sombreros, hebillas, adornos, cintas, trajes, corbatas…
Cuando estuvimos listos los jueces preguntaron si todo estaba listo y cuando así lo afirmamos, le dieron a Zunilda una cajita con anillos de verdad, que tenían todos los colores del arco iris.
La ceremonia fue preciosa, sobre todo cuando las dos chicas prometieron quererse y cuidarse siempre. Ni les cuento la fiesta, con baile, torta, máscaras, y todo lo que es posible desear.
Bajamos entrada la tardecita, cuando la jueza más sensata se dio cuenta de que se hacía tarde para volver a nuestros hogares.
Pasaron muchos años, nos hicimos adolescentes, jóvenes, adultos, formamos familias diversas, tuvimos hijos, crecimos, nos fuimos del barrio.
Un día en un supermercado, me pareció ver unos rostros familiares. Tuve que fijarme bien, por la cantidad de tiempo transcurrido, pero me di cuenta muy rápido. Eran Zunilda y Lucila. ¡Lo que fue ese encuentro! Los carritos cargados, pero nosotras allí dale parlotear, ellas dos me contaron que hace poco pudieron casarse en un registro civil de la ciudad. Que todo fue maravilloso con amigos, arroz, lágrimas y lindos trajes, pero que en realidad ellas consideran que su verdadero casamiento se llevó a cabo allá lejos, hace tiempo, en la residencia del arco iris.
Hoy no existe la cava. Se rellenó y encima levantaron viviendas, pero cuando yo paso cerca, miro hacia arriba, sobre todo después de la lluvia, en una de esas, la escalera se hace visible para todo el mundo y muchos, muchos,  se vuelven capaces de advertir que hay existencias diferentes a la de cada uno, que los colores pueden ser de cualquier color.

                                                                          Isabel Bertero


LA ONU RECLAMÓ EL CESE EN EL MUNDO DE LA DISCRIMINACIÓN POR ORIENTACIÓN SEXUAL
Histórica resolución por la igualdad
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-170351-2011-06-18.html



2 comentarios:

  1. Qué lindoo!!!! Yo quiero un arcoiris así! Te quiero!

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  2. NO TENGO PALABRAS ME RE ENCANTOOOO! ES VERDAD APARTE TODO LO QUE RELATAS EN EL CUENTO DE CUANDO SE IBA AL CINE CADA TANTO Y SOLO HABIA UNO O DOS EN SANTA FE Y NOS APASIONABA VER LAS PELICULAS DE INDIOS ESAS DE ANTES Y DE VAQUEROS YO ERA CHICA PERO RECUERDO QUE A MI MA LE GUSTABA VER ESAS PELIS.TODO EL CUENTO ,LAS SITUACIONES QUE PASAN SON MARAVILLOSAS.QUE IMAGINACION LA TUYA Y SEGURO CASI TODO ES REAL Y LO VIVISTE VOS,TE QUIERO!!!!CECI

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