La mujer es como una
araña de techo, de cuerpo muy pequeño y patas largas.
Puede morir en cualquier
momento, quizás aplastada por un zapato.
Sin embargo sale de su
escondite,
Se duerme y sueña.
Anda por paredes de otro
tiempo, limpias y seguras
Llega a una cocina por
donde el sol entra a raudales por una ventana con vidrios y cortinas corridas.
Una señora de baja
estatura, está inclinada sobre una mesa de madera gastada. Hace hojaldre. Vuela
la harina. Diseña unos pastelitos pequeños, de dulce de membrillo. Con ayuda de
una abuela arrugadita, con pañuelo en la cabeza, los fríen.
Se abren en múltiples hojuelas.
La mujer araña se queda a
vivir en la fotografía.
Isabel Bertero
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