Cuando veo en la calle caras morenas me remito a la historia de este país y me pregunto por genes ocultos ¿Indios? ¿Negros? ¿Mulatos? ¿Mestizos? No es tanto tiempo para la historia de la humanidad. Al cumplirse el bicentenario ( año 2010) la palabra - con su connotación de siglos- repercutió en todos los ámbitos con matices festivos, y a la vez desempolvó personajes, protagonistas, ideas.
Conjeturo que la revolución de Mayo de 1810 fue un hecho que dejó a más de uno marginal a la causa, como cuando el Congreso actual discute ideas que la gente no entiende, o las autoridades- desde los estrados- se regocijan con cifras y porcentajes que en nada inciden a la hora de armar el puchero, o descubrir al pueblo.
Eusebio es un negro que asiste en una casa de blancos. Con nombre impuesto, por vaya a saber qué caprichos de los amos que lo compraron en la plaza.
Realiza incontables faenas, sólo evoca algo precioso y perdido, ocasionalmente, al mirar el cielo ancho y despejado para secarse el sudor bajo el sol hiriente, cuando ve pasar bandadas de pájaros lujuriosos en su vuelo calmo por el espacio sin límites.
Ese cabildo que hoy se engalana para que los niños y maestros hablen del "cumpleaños de la patria" era el lugar, donde los africanos- hombres, mujeres y niños-, marcados como ganado para la venta, después de viajes tortuosos, se elegían, según hubieran conservado frente a la revisión de los compradores una cierta apariencia de fortaleza.
¿Cómo se construyen las raíces de la patria? Nos guste o no, también con ellos. ¿Cómo se entiende que seres humanos hayan sido arrancados de un territorio donde vivían sin opresión, según sus propios designios, para morir en los viajes, para sufrir enfermedades, cambios climáticos, maltrato físico y mental o para – en todo caso- sobrevivir en servidumbre? Los tiempos de la evolución de la humanidad en los modos de concebir y pensar ¿aportan alguna explicación?
Eusebio es sumiso, un hombre de trabajo y de paz. Los años domesticaron la fiereza del sufrimiento y aprendió a aceptar con naturalidad su condición de ser humano de menor categoría, por obra y gracia de damas, caballeros, curas, por blanqueo de cerebro.
Hoy la palabra revolución -y especialmente de Mayo de 1810 en Argentina- trae aparejada, la idea de libertad asociada a las vivencias escolares, a la historia que nos contaron.
Eusebio ha dejado que la palabra libertad se pierda en los recuerdos. No tuvo opciones. Sin embargo la revolución- otra revolución- es un anhelo que alborota en su sangre, inquieta en su cuerpo, desafía y permite reencontrar alegría
Es el canto. Es la música.
En rituales, donde fluye el candombe como la esencia del alma y el cuerpo, cuando los ancestros relumbran para hacer resurgir manantiales, puede expresar vivencias preservadas.
Es la danza: como el grito de una opresión, de una lucha por la permanencia, como llama sin extinción, que desafía la mansedumbre.
Su patrón le quiere transmitir incomprensibles palabras después de haber presenciado funerales, celebraciones… y califica: salvaje, temerario, lascivo, irrespetuoso, pagano.
Pero para él y sus iguales, los nostálgicos tambores no pueden dejar de llamar. Para la añoranza, para la ubicua invocación.
Así que sigue bailando, y seguirá, porque esa música es huella mítica, de revolución libertaria.
Tal vez alguna de esas caras oscuras que hoy veo por la calle sea sangre de candombe, remota tristeza.
Isabel Bertero
Me gustó Isa. Cuánta razón tenés. Como siempre..."lástima que la historia la cuentan los que ganan"
ResponderEliminarSuerte que ahora somos muchos los que tratamos de contar "la verdadera historia".
Te mando un beso
Ana María
Es verdad, somos muchos, pero todavía quedan otros muchos por tomar conciencia. Del eje que elegí y de tantos ...Por suerte vos desde la docencia podés construir y ayudar a crecer. Beso
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