


Ella recuerda que en su patio había sapos ¿vos viste sapos en tu patio? ¿Viste cómo los sapos viven en los charquitos húmedos de los patios y los jardines y se comen a los bichitos traviesos? ¿Nunca descubriste un sapo comiéndose a una luciérnaga? La seño cuenta que ella sí vio. ¿Quedarían iluminados por dentro?

Los sapos saltan para tragarse con su bocota a los mosquitos y a otros insectos “molestos” ¿Serán los sapos los insecticidas del jardín y del patio? La seño relata que a la noche el patio de ella se llenaba de ruidos y sonidos. Algunos –dice- serían de los grillos. Ah, porque los grillos eran el terror de la casa, había que “mantenerlos a raya” porque si entraban eran capaces de comerse hasta pedacitos de trapos, pero parece que también gustan de las hojitas de las plantas, igual que el caracol. ¿Nunca viste enojadísima a tu mamá o a tu abuela con los caracoles?
Claro, es que ellos eligen las hojas más jugosas de las plantas de los patios y los jardines. La seño también ha visto cómo atacan a ciertas plantas unos bichos dañinos, y dice que la receta de la abuela para salvar a las atacadas es lavarles el tallo y las hojas con abundante agua y jabón.

También me contó la seño que había temporadas en que las palomas llegaban al techo de la casa buscando refugio. Relata que una vez un chico mató una, con un rifle de aire comprimido. Cuenta que quisieron curarla, pero igual se murió porque estaba muy herida. Entonces la enterraron entre la hojarasca del medio del patio. La seño dice que ahí aprendió que el hombre es el único que mata seres de la naturaleza, aunque no los necesite para alimento o abrigo (después de contar eso me dijo, seguro para hacerme pensar: ¿te parece la caza un deporte? – y agregó: ¡Qué pregunta, eh! ¿Vos no serás uno de esos chicos que destruye por juego?, creo que no)

¿Sabés que más me contó la seño? Me contó que los gatos traveseaban de lo lindo, una vez uno se devoró a un jilguerito, del que quedaron apenas algunas plumas y siempre había que correrlo, por la manía de perseguir a los caracoles y pegarles esos arañazos que los dejaban sin caparazón ¿podrán los caracoles vivir sin caparazón?
También se acuerda que el perro de la casa no era el terror de nadie ¡Ni las hormigas con su carga de hojas frescas temían sus ladridos!

Comenta que ese tenía la pancita bien llena con los restos de los platos de todos.
Ah, por último te cuento que la seño me dijo que en su casa el perro y el gato eran (como para desmentir a los que critican) ¡excelentes amigos! Y me pidió que te contara que antes había muchas, muchas mariposas y que ella siempre se pregunta “¿Adónde habrán ido a parar las mariposas de mi infancia?
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